En pleno desierto de Atacama a 1.100 metros sobre el nivel del mar y 75 km al sur de Antofagasta, se encuentra esta colosal escultura de 11 metros de altura. La Mano del Desierto, nombre que recibe esta obra, fue construida por el escultor chileno Mario Irarrázabal y financiada por la corporación Pro Antofagasta, una fundación de apoyo local. La estatua fue inaugurada en marzo de 1992.
El desierto de Atacama probablemente sea uno de los lugares más secos del planeta. Ocupa una superficie que abarca más de 100.000 km² entre los Andes y la costa del Pacífico. En tan amplia extensión, hay zonas cerca de la costa con abundantes bancos de nubes, conocidas localmente como “camanchaca” (niebla baja) y otras en las que no han visto una gota de lluvia durante décadas. Por tanto, en una zona tan seca y desolada en medio del desierto, es sorprendente ver una gran mano gigante saliendo de la tierra.
La mano del desierto y su interpretación
La obra recibe diferentes interpretaciones dependiendo de cada observador, para unos es la ciudad despidiéndose de sus visitantes y para otros representa la opresión y la injusticia de la dictadura militar que hubo entre 1973 y 1990. Lo cierto es que la mano del desierto expresa emociones de soledad, tristeza, injusticia y tortura. En cualquier caso la mano del desierto es un magnífico lugar para tomar unas fotos si pasamos por la Ruta 5 de la Carretera Panamericana.
El autor de la obra
Mario Irarrázabal estudió arte y filosofía en la Universidad de Notre Dame, en EEUU y más tarde escultura con el escultor alemán Otto Waldemar en Berlín Occidental. El artista tiene varias esculturas gigantes similares, una de ellas en Playa Brava, en Punta del Este, Uruguay, la cual recibe diversos nombres como: “hombre emergiendo a la vida”, “monumento al ahogado” o “monumento de los dedos”. Y otra mano en el Parque Juan Carlos I de Madrid (España) que fue instalada en 1987.